Lagio en los Angeles |
"Un nuevo curso, una nueva esperanza" decían las estudiantes al unísono, imitando e ironizando el famoso discurso tostón del director, que año tras año repetía en la ceremonia de apertura del curso entrante.
En la medida que aparecían los estudiantes se iban colocando en el patio principal, que hacía de antesala del edificio, donde estaban las clases. Era uno de los mejores institutos de la zona, sobre todo, en áreas de diseño y arte.
Todo un verano sin verse daba juego a toda clase de saludos, entre los alumnos, algunos saludos, inclusive,un poco extraños.
Las risas, y el murmullo de los nuevos estudiantes, era casi la banda sonora que muchos profesores habían echado de menos en el verano.
Esa clase era especial, ya que de costumbre, solía haber más chicas que chicos. Y lo pocos chicos que había según el sector femenino no despertaba ningún tipo de interés.
—Dicen que este año hay uno nuevo en clase—comentó una de las estudiantes.
—No insistas, ya hemos perdido la esperanza, siempre lo mismo, frikis, desaliñados, y con muy poco encanto —comentó otra de las estudiantes que no paraba de masticar chicle. En su cara se reflejaba bastante resignación.
Estaban sentadas en las escaleras de la entrada principal, con la peculiar ropa que podían llevar unas jovencitas de diecisiete años, algunas con su mochila, sus smartphones con auriculars, y esperando que algo diferente pasase esa mañana.
En la medida que iban entrando los estudiantes se empezaba a notar cierto revuelo.
Algunos aprovechaban los minutos haciendo un poco de basket. Casi era el sector más poblado del patio.
De repente, una de las estudiantes, exclamó en plan susurro —No miréis descaradamente, pero veo un chico que viene hacía aquí con una mochila al hombro. No me suena de haberlo visto antes.—
Todas con mucho disimulo, pero a la vez en plan descarado, empezaron a localizar con su mirada a ese desconocido, que precisamente caminaba hacia ellas.
—!No puede ser¡ —dijo una de ellas. y siguió susurrando— pero... si, está ¡Macizo!—
Todas las allí presentes empezaron a mirarlo fijamente. y empezaron a cuchichear entre ellas, ya que se dirigía el desconocido a la entrada principal donde ellas estaban sentadas
—¡Es muy guapo! —Comentó la que tenía gafas, con la mano puesta en la boca para que no se notase.
Aquel joven individuo se acercó a la entrada, quedó un poco intimidado ya que todas las estudiantes de la entrada lo estaban mirando en plan embelesadas.
—Hola, ¿Vosotras vais a la clase de diseño artístico?—preguntó el joven.
—Si, todas vamos a este curso, y cuatro chicos más que están aprovechando para hacer alguna canasta mientras abren ¿Vas a estudiar en este instituto?—Preguntó una de las jóvenes.
—Si, me he matriculado. Pero voy un poco tarde para pagar las tasas. Me retrasé.—
—Puedes entrar en la oficina siempre está abierta media hora antes de que empiece las clases.—Le contestó una.
El joven la miró y la sonrió con mucha dulzura y entró en el recinto. Cuando entró dentro, afuera se escuchó una ovación tremenda de todas las estudiantes. Algunas se tocaban la cara porque se habían sonrojado de la emoción.
—Wow, como está el tio.—dijeron algunas, las cuales se empezaron a reír.—Si parece un actor—comentó otra.
Este nuevo curso prometía ser interesante.
—¡Rubio!, ¡Alto! Y con ojos azules...—Me lo voy a pedir, que me haga de modelo desnudo cuando empecemos con los lienzos.—dijo la de las gafas. La que parecía que nunca había matado a una mosca.
Empezaron a reírse y a especular, de que tendrían que hacer algún tipo de rifa para sorteárselo.
El joven entró en las oficinas y pagó las consiguientes tasas, en ese momento salía al pasillo el director. Saludó muy amablemente al joven.
—No cal que salgas al patio. Ya voy a abrir las puertas. Vete directamente al segundo piso y busca el aula C, allí os reunís los de este curso, que ahora mismo van a entrar.—Le dijo el director al joven.
Por unos segundos la tranquilidad del pasillo distribuidor de las clases, y en donde estaban las taquillas, se vio perturbado por la escandalera de todos los estudiantes que entraban en el instituto.
El aula donde estaba sentado poco a poco empezó a llenarse de los estudiantes que ese año compartirían curso con el joven.
Cuando hubieron entrado todos, la tutora cerró la puerta y nombre por nombre fue pasando lista a todos los allí presentes.
Cuando llegó al nombre del alumno nuevo, paró por unos segundos. Quedó extrañada por el nombre.
—Lagio Martelli—dijo la tutora.
—Si, aquí —dijo el alumno nuevo levantando la mano.
En media clase, sobre todo el sector femenino se escuchó un suspiro. El cual luego se convirtió en algunas risas. La profesora tubo que pedir silencio con insistencia, pero con cierta complicidad con las alumnas.
—¿Eres de descendencia italiana?—le preguntó la tutora.
—Sí, de hace bastantes generaciones atrás.—dijo el joven.
—Es extraño ver a personas tan rubias, de descendencia italiana, si casi pareces nórdico.
Acto seguido, la tutora comenzó a comentar como iba a ser el curso, el transcurso de los nueve meses y del temario que era bastante extenso. Y del tiempo que tenían antes de empezar las asignaturas, que era bastante escueto. Clase por clase fue empezando a presentar las materias. Lagio apuntaba con mucho interés.
Cuando llegó la hora del patio los cursos más veteranos podían salir al exterior para desayunar. Lagio prefirió comerse una manzana y quedarse en clase. Mientras, repasaba todo lo apuntado.
La última clase, fue la ceremonia de apertura, donde se presenció la inauguración del curso y el famoso y esperado "discurso" del director.
Cuando terminaron las clases, Lagio marchó con otro compañero de su clase, que vivía prácticamente en el mismo barrio.
—¿Hace poco tiempo que vivís en el barrio, verdad?—preguntó Tom.
—Si, hace cuestión de una semana—dijo Lagio.
—Tienes el acento un poco raro, como si vinieras de afuera del país —comentó Tom.
—Venimos de Italia, mi padre es ingeniero jefe de la empresa la cual abrió una sucursal aquí, por eso nos hemos mudado.—contestó Lagio.
—Yo siempre he soñado con viajar a Europa, la vieja Europa,.. viendo sus castillos, sus ruinas, las obras de Miguel Angel, el cuadro de la mona lisa en París, el Vaticano... la sagrada familia. ¿Tú has visto todo eso?
—Casi todo, a ti seguro que te pasará por aquí lo mismo, siempre lo que tenemos cerca no lo solemos valorar lo suficiente.—Contestó Lagio.
—Supongo que eso es verdad. —Admitió Tom.
Y así por un rato, los dos estudiantes hablaron de todo lo que se podía hablar durante un cuarto de hora.
Una nueva amistad se estaba forjando entre el repetidor de curso, Tom, y el nuevo de la clase.
... # ... # ...
Cuando Lagio llegó a su portal, subió las cuatro escaleras que le separaban de la calle al portón principal. Picó el segundo piso y se abrió la puerta. El edificio en sí no era muy nuevo, pero estaba muy bien ordenado. Hacia poco que se hizo una reforma general en todo el edificio y se notaba. Todos los apartamentos estaban alquilados según decían los padres de Lagio a un precio bastante asequible.
Toda la tarde, Lagío se dispuso a ordenar su habitación ya que apenas tubo tiempo para hacerlo.
En la pared, fue poniendo uno a uno, carteles, y diseños artísticos que había hecho hasta el momento.
En su anterior instituto en Italia, había ganado el concurso del mejor diseño artístico del año. El trofeo lo puso en la estanteria que había al lado de su mesa de escritorio. Ordenó su armario, y se dispuso a escuchar un poco de la música que se escuchaba en aquella calle.
El estilo "Trap" lo había empezado asimilar en Italia, pero en esa calle era casi la banda sonora diaria.
Muchos afroamericanos con sus potentes altavoces la llevaban por doquier. Después, sus padres le avisaron de que ya estaba preparada la cena.
Su madre, era un músico excepcional, había tocado en las mejores sinfónicas de Italia. Tocaba el violín, lo mismo que Lagio, pero para él era un hobby, aunque según entendidos tocaba mucho mejor que su madre, pero él tenía la manía de no valorar lo que hacia. Su madre también enseñaba piano. Las tardes ya las empezaba a tener ocupadas con alumnos, que poco a poco fueron incorporándose a los anuncios que puso en los periódicos de la zona.
Su padre esa noche pudo cenar con ellos. pero su tiempo con la familia era bastante limitado. Llevar la gerencia de la empresa no era ningún secreto, pero necesitaba adaptarse a los nuevos medios donde se desarrollaba.
A la madre de Lagio el risotto de setas le salía a la perfección. Cenaban un único plato, pero hacia cantidad porque casi todas las veces tanto el padre como Lagio repetían sin dudar. Eso sí, el vino tenía que ser italiano o como mucho francés. Aunque al padre de Lagio le costaba reconocer que el clima de los Angeles había propiciado que de vez en cuando alguna sorpresa grata había, como el Bachouse chardonna que como vino blanco no estaba mal.
Para la familia Martelli la noche era lo mejor del día, pues tenían por costumbre sentarse en el sofá y compartir todo lo interesante que habían vivido en esa jornada.
No tenían televisión ni radio. Por lo que siempre por costumbre después de una buena tertulia acostumbraban a leer el periódico o entretenerse leyendo algún que otro interesante libro. También solían jugar muchas veces a juegos de mesa. A la familia les chiflaba dichos juegos.
Les llamaba la atención y lo comentaban, que muchas veces por los grandes ventanales de los apartamentos colindantes podía verse las grandes televisiones que tenían los vecinos. Y sobre todo, que no reparaban en bajar el volumen de los televisores ni que fuera las diez de la noche.
Después de haber tenido una buena tertulia sobre el principio de curso, Lagio se fue a su dormitorio. Plegó la ropa en la silla con mucha pulcritud y se puso su pijama. Al intentar bajar la persiana de su ventana se fijó que en el bloque de enfrente, un piso por encima de él, había una joven tocando la guitarra eléctrica.
No lo pudo evitar y se puso a escucharla mientras la observaba. Esa joven, era evidente, se dejaba llevar por la música. Apoyando los codos en el marco de la ventana Lagio se relajó un poco escuchándola. La joven era unos años mayor que Lagio. Pero a Lagio le pareció super atractiva. Casi puso la misma cara que sus compañeras de curso cuando lo vieron a él.
La joven guitarrista nada más percatarse de que la estaba observando y escuchando el vecino de abajo, cerró de sopetón la cortina y la persiana de su habitación. Lagio pensó que seguramente se había puesto violenta cuando notó que la observaban. Por lo que se fue a dormir. Cerró también su ventana y se metió en la cama.
Por unos segundos se le quedó en la mente la melodía que su vecina había tocado. No lo pudo evitar empezó a pensar en la canción y comenzó a tararearla, y cayó en la cuenta que era la famosa canción de Queen. En concreto "Show must go on".
Se giró hacia el lado izquierdo y se dispuso a descansar.
Un nuevo día le esperaba en el nuevo instituto, con nuevos vecinos que conocer y un montón de rincones por descubrir.
C O N T I NU A R Á
CREATTIKUS 5
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