domingo, 26 de abril de 2020

the Profaneitors

     Jaco lo consiguió, después de mucho esfuerzo, pudo encontrar un traje serio y en condiciones.Ir al entierro de su abuelo, no era broma, y exigia un traje de tonalidades oscuras. 
   Él siempre vestía bastante informal, por lo que tuvo que rebuscar en su antiguo armario durante un buen rato. Sacó una gabardina, un chándal antiguo, un abrigo oscuro y a lo ultimo del armario,  al final, pudo conseguir el traje arrugado de graduación. que solo se puso una vez. Le venía un poco justo, ya que desde entonces había engordado unos cuantos kilos, pero lo podia llevar con un pequeño toque de distinción. No se planteó comprarse otro para la ocasión, pensó que con ese traje ya cumpliría con todos los dichosos protocolos de los entierros.
   Trabajaba en la gran ciudad, siempre vestía bastante informal. Su trabajo de programador en una antigua empresa de subastas se lo podia permitir. Aunque su jefe lo tenía amenazado, de que un día se lo llevaria a una subasta y que por lo tanto, tendría que tener algún traje digno. Había que dar una buena imagen.
     No era el mejor trabajo del mundo, pero le permitía ahorrar.  Tenía planes de comprarse un buen coche cuando se diera el caso. Era soltero, no tenía obligaciones, y prácticamente todo lo que ganaba lo podía ahorrar. Ya que sus padres siempre le tenían abastecida la nevera.
     Aquel fin de semana, llegó a casa de su abuelo, en una pequeña villa alejada de cualquier urbe importante. Pudo entrar con las llaves que le dejaron sus padres. Dejó lo que tenía y se dispuso a ir a la iglesia donde estaba citado con el cura.
     Sus padres no pudieron acudir ya que celebraban el cincuenta aniversario de casados en la Gran Manzana. A doce horas de viaje en avión, más unas tantas de espera. Jacob logró convencer a su madre de que no viniera, ya que nada más se podía hacer. Que disfrutaran del aniversario y cuando regresaran acudirían todos juntos al cementerio, para hacer una celebración familiar íntima, a casa del abuelo, y al albacea, para la lectura del testamento.
     Jaco asumió la responsabilidad; representar a la familia. No tenía más remedio. Aún vivía en casa de sus padres, pero la mayoría del tiempo estaba solo. Sus padres tenían una segunda residencia en la campiña cercana, donde pasaban la mayoría de tiempo, ya que estaban jubilados. De vez en cuando su madre acudia para visitar a su hijo, y para la programación que tenía con medicos, ya que su edad exigia una cierta revisión temporal como cualquier mujer de su edad.
    El autocar había dejado a Jaco en la oficina de correos del pueblo de su abuelo. Acudió con una pequeña bolsa pues no tenía mucha pretensión en ese fin de semana, simplemente cumplir con los tramites del entierro y un poco mas...
    Fue bastante triste la ceremonia; habían cuatro personas. Entre ellas, el cura y él, y dos vecinos más del entorno. Luego se fueron al pequeño cementerio que estaba a las afueras del pueblo. El coche que havia puesto la funeraria, llevaría al féretro hacia su lugar de descanso eterno. 
    Se notaba que el cura cumplía con su tramite sin ninguna expectativa, el abuelo de Jacob parecía ser que no había dejado marcado a nadie ni a nada. Una de esas personas que pasan desapercibidas por la vida. Fue enterrado según el rito tradicional del entorno. Luego los pocos vecinos y el cura marcharon para sus que haceres.
    Jaco se quedó mirando, la pequeña losa donde ponia la fecha de nacimiento y muerte de su progenitor. Le pareció contradictorio que después de una vida de lucha y sacrificio se acabara la vida en un abrir y cerrar de ojos, sin mas.
     Era un cementerio pequeño, familiar y poco acogedor. Bastante descuidado,  Casi todas eran tumbas en el suelo, con una pequeña lapida y poco más. No havia ningún panteón visible. Dicho cementerio estaba amurallado y la llave la gestionaba el propio cura.
     Hubo una lapida que le llamó un poquito la atención. Ya que no ponía fecha de nacimiento ni muerte. Una pequeña tumba olvidada por el tiempo, solo ponia el nombre del difunto un tal "Arthur faitfield". Casi era una de las tumbas más sucias y descuidadas del cementerio.
     Jaco marchó para casa de su abuelo, una vieja casa situada en el centro del pueblo. Constaba de dos plantas y un pequeño patio trasero, según recordaba Jaco de cuando era pequeño. Hacia muchos años que no  había ido a visitar a su abuelo. Tenia pensado pasar la noche en casa de su difunto y al día siguiente volver a coger el autocar con rumbo otra vez a su casa, en la gran ciudad. Le habían dicho que había una posada donde hacían buenas cenas, por lo que no se trajo nada en especial. Solo unos cuantos billetes para poder pagar la comida y nada más.
    Al entrar en la posada se sentó en la mesa más cercana a la entrada, poca expectativa tenía de quedarse mucho rato, solo lo suficiente para comer y largarse a la casa de su abuelo.
     Pidió un sándwich y una cerveza y fue a sentarse.  A los 5 minutos le llevaron desde cocina el pedido.
     Una joven se lo llevó. Se lo dejó en la mesa y cuando Jaco le dio las gracias, se quedó parado. La joven lo miró y también lo mismo. Durante un momento enmudecieron. Se conocían de pequeños. Fue como si retomaran de golpe antiguos recuerdos que quedaron sepultados por el paso del tiempo y en ese momento, ella le dijo.
 Jaco, !Que sorpresa¡
—Giselle, !vaya¡ esto no me lo esperaba....
¿Cuánto tiempo? Desde que éramos pequeños que no nos veíamos.
Si, es verdad. ¿Como están tus hermanos?
Bien, pero hace tiempo que salieron del pueblo. Están viviendo supongo que como tú, en la gran ciudad.
Jaco, se quedó perplejo. Fue una antigua amiga que tuvo cuando de pequeño durante algunos años vino a veranear al pueblo.
La encontró extraordinariamente guapa, pensó Jaco, y cambió un poco la perspectiva de su pensamiento. Esa noche prometía pasar de modo aburrido a modo interesante.
Quieres que quedamos esta noche y salimos a tomar algo, para rememorar los viejos tiempos...—Le preguntó Jaco
Vale, dentro de dos horas plego, y me iré a mi casa para arreglarme un poco, si quieres quedamos en la fuente de la plaza.
Ok me parece bien. ¿Sobre que hora quedamos?
Las 10 de la noche ¿te va bien?, conozco algún garito para ir a tomar un copa y charlar...
Ella volvió a la cocina, y Jaco comió lo más rápidamente posible pues quería llegar a casa de su abuelo para ducharse, y quitarse ese estúpido traje serio y formal, y ponerse su ropa habitual de siempre.
Cuando llegó a la casa, se fue directamente a la ducha, le costó poder maniobrar los grifos. Eran muy antiguos y sonaban todo el rato por la presión del agua. Por suerte, el calentador aún funcionaba. Y pudo ducharse con agua más o menos tibia.
Cuando acabó de ducharse se fue a la habitación donde tenía su bolsa.
 —Que estúpida mania de dejar la casa medio a oscuras, como todos los mayores—pensó.
Solo llevaba una toalla que le cubría sus partes. Cuando contempló la habitación se dio cuenta que estaba lleno de cuadros un tanto espectrales, pues solo habían pinturas de catacumbas y sótanos de iglesias. Y una librería llena de libros antiguos un tanto desordenada. Empezó a ojear unos cuantos libros. Algunos estaban escritos en ingles antiguo, y otros en latín. Pero le llamó la atención poderosamente un libro muy antiguo, con la solapa de terciopelo. Despegado por muchos partes y lleno de polvo, como si estuviera a punto de desquebrajarse por el tiempo.
     Al abrir el libro que se titulaba Viaje no registrado, se dio cuenta que tenia una dedicatoria:

" Y recuerda, solo los valientes arrebataran el Reino"  Arthur Faitfield.

     De algo le sonaba ese nombre, lo había visto en algún lugar en este dichoso pueblo. Le sonaba tanto la cita como el que hacia la dedicatoria. Pero, cerró el libro lo puso en la librería. y se dispuso a vestirse.
     Cuando salió de la casa, con dos giros de llave podría decirse que ya empezaba a tomar forma su cita inesperada.
     Llegó a la plaza del pueblo, sentada en el borde de la fuente estaba ella, Giselle. Mientras se estaba acercando a ella, rápidamente pensó que como podía ser que fuera tan guapa, y como podía ser que todos esos años el la había ignorado por completo.
     Mientras se iba acercando. Giselle le sonreía, y él no pudo evitar hacer lo mismo. Se acercó a ella, y no dijo nada.
—Las dos veces que me has visto, te quedas sin decir nada ¿Que estarás pensando? —dijo ella.
—Pues no lo se... la verdad...es que verte me enmudece. Eres muy guapa, y yo un afortunado, de hoy estar contigo—dijo Jaco.
     Ella lo cogió por el brazo y se levantó, empezaron a pasear por una pequeña avenida. Llevaba un vestido bastante femenino de color azul, acompañada de una pequeña chaqueta fina de color gris. Algunos transeúntes, que pasaban por allí, no podían evitar fijarse en ella.
—Tu también estas cambiado. Te veo más responsable y serio.
—¿Yo más responsable? Cuando las mujeres hablais de responsabilizad en los hombres, suena a muy aburrido. Y por cierto,¿Que pasa que antes no lo era?—preguntó Jaco.
—No mucho. De pequeños me ahogaste como unas cinco veces en el rió. Siempre me estabas chinchando y te peleabas con mis hermanos constantemente ¿Que no te acuerdas?
—Si que me acuerdo... Pero también me acuerdo de cuando estuvimos en aquel árbol viejo. lo que pasó.—dijo Jaco.
Ella empezó a ponerse colorada y le dijo:
—Me sorprendiste con aquel beso, yo no me lo esperaba.
—Yo tampoco, fue algo muy impulsivo. A mi no me dio tiempo a pensarlo, lo hice ya está.—dijo Jaco.
—si, pero, tu sabes que nos vieron mis hermanos y luego se lo dijeron a mis padres. Y ellos me prohibieron ir contigo. Decían que tu eras un chico de ciudad y que no me tendrías en serio.
     Jaco la miró, sorprendido y le dijo:—No lo sabía. Solo vi que ya no querías estar conmigo. Y me sentí como rechazado. Y como era bastante orgulloso, dejé de ir con vosotros.—dijo jaco en un tono bastante serio.
—Si que quería ir contigo, pero mis padres no me dejaban... de pequeña, siempre había estado enamorada de ti. ¿Que no te diste cuenta?—preguntó Giselle. 
     El se quedó bastante pensativo al respecto.
Cruzaron la acera y entraron en una especie de bar nocturno con una terraza llena de luces de colores que se asomaba al rió. Ya era de noche y las luces quedaban reflejadas en el rió ya que era bastante tranquilo. Ella empezó a saludar algunas personas que estaban allí. Se veía un entorno bastante relajado. Pocas personas, buen ambiente, buena música ¿Que más se podía pedir para esa noche?
Rápidamente los atendió el camarero. Ella pidió un bloddy Mary  y él un gin tonic. El camarero les sirvió y también les puso un cuenco lleno de pistachos.
—Bloddy Mary y pistachos., Wow, la combinación perfecta —dijo Jaco.
—Gin tonic, agitado pero no mezclado —dijo ella.
—Eso se dice con martini—replico Jaco.
—Ya lo se... pero no se me ocurría nada, tenía que ser muy rapida.
—¿Que has hecho estos años?—le preguntó Jaco.Ella lo miró y removió con un palillo un poco el bloddy, bebió un sorbo y le dijo: —Acabé la carrera de filosofía y después estuve trabajando dos años en la biblioteca de este pueblo, hasta que se me acabó el contrato. Pude conseguir el trabajo de pinche de cocina, lo cual combino con clases particulares. En estos contornos no hay mucho sobre lo cual puedes elegir.—dijo Giselle.
—¿No te atreves a ir a la gran ciudad?—preguntó Jaco.
—No, conozco muchos que han ido, pensando que les iría bien, y la mayoría han vuelto depresivos. Aquí ,llevando una vida mucho más sencilla, puedes sobrevivir.
Jaco cogió su gin tonic se levantó y le dio la mano a ella: —Vamos a ver el rio...me apetece un montón.
Ella se levantó y lo acompaño. Había un muro de piedra a media altura que les permitió dejar las bebidas encima del muro y contemplar el rio.
—¿Que sabes de mi abuelo?—le preguntó Jaco.
—Apenas nada, creo, sé que le gustaba mucho juntarse con Arthur faitfield y con el cura. Se tiraban muchas tardes jugando a las cartas, aquí en la posada.
—Arthur faitfield...vaya, Creo recordar que lo vi en una lapida en el entierro de mi abuelo. Después en una biblioteca medio destartalada que havia en su casa me encontré un libro dedicado por ese tal Arthur.
—Si, ese tal Arthur, siempre había sido muy enigmático. Fue un héroe de guerra de la segunda guerra mundial, muy condecorado por cierto. Creo que tu abuelo estuvo en el mismo batallón que él.—dijo Giselle.
—¿Y que ponía en la dedicatoria?—preguntó ella.
—Algo así como...que solo los que son valientes son los que obtienen o conquistan el reino. Parece como una frase de esas que decían en los batallones.
—No, yo creo que es una cita bíblica.—dijo Giselle.
—Aunque quien sabe, a lo mejor era un mensaje cifrado. Ya que Faitfield trabajó para el espionaje ingles. Y solían trabajar mucho en aquellos tiempos con mensajes cifrados y cosas de esas.—concluyo.
El se quedó pensativo y le dijo: Quien sabe....
En ese momento una pequeña brisa se desperto en esa noche, acariciando el flequillo de Giselle. La cual estaba apoyada con los brazos en el muro. Jaco se quedó contemplándola... y le pregunto:
Tus hermanos no estan por aquí ¿Verdad?
—No, ¿Por qué dices eso?—preguntó Giselle. Pensando que no era eso lo que tocaba en ese momento.
Jaco se acercó a ella, inclino su cabeza y le dio un beso en los labios. Ella le correspondió. Y durante unos segundos olvidaron donde estaban, para recordar toda una pasión que vivieron de jóvenes que quedó totalmente olvidada por el paso del tiempo.
¿Sabes que esto no nos va a llevar a ningun sitio, verdad?—dijo Giselle.
—Pues no lo se.... los actos impulsivos, son eso, actos impulsivos, nada mas—dijo Jaco mirándola a los ojos.
—Te entiendo....tu sigues tus impulsos y ya está ¿verdad?—dijo Giselle acariciándole la espalda.
—Bueno, no se mucho, no he tenido muchas relaciones, solo las justas y necesarias, para entender
que hay que vivir el presente, y pensar en el futuro muchas veces es llenarte la mochila de expectativas que pesan y que hacen que tu caminar sea más pesado.
—Entiendo...—dijo Giselle.
—¿Y que és de tu vida? ¿has tenido alguna relación importante?—le preguntó Jaco.
—Estuve casada... pero de eso hace ya algunos años y la verdad no me apetece hablar del tema en estos momentos.—dijo Giselle con cierta tristeza.
—!Vaya! no lo sabia...—dijo Jaco entendiendo que rápidamente tenía que cambiar de tema, ya que en su experiencia el sabía que a las mujeres había que  hacerlas sentirse cómodas, para poder proseguir y buscar algo más.
En ese momento, cogió una piedra que estaba dentro del muro y la tiró al agua y le dijo:





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