domingo, 5 de abril de 2020

CREATTIKUS 6 En el dominio de Melderhim

     No sabían como, donde, ni cuando. Era como si hubieran perdido el conocimiento; la consciencia de que estaban vivos, pero aparecieron, en el principio de las escaleras de piedra llenas de moho, barro y telarañas,  que conducían al  viejo y enigmático torreón.
     El rayo allí los llevó. Era de noche, hacia frio y la poca luz que entraba era refractada por la Luna llena. Ese era el único indicativo de momento de que ya no estaban en su mundo. Pues en este solo había una luna. Acto seguido, desapareció el rayo, se disipó entre la oscuridad de la noche.
     Las leyendas y crónicas del cosmos, hablaban sobre la importancia del torreón, en el equilibrio de la Magicae Infinitum.
     Era el cuartel general donde Melderhim acostumbraba hacer sus controles rutinarios de las estrellas, y de las dimensiones oscuras, que él controlaba.
     Estaban atónitos, apenas se podían mover. Habían perdido el control durante un buen rato en el viaje, hasta que poco a poco empezaron a ganar movilidad. No sabían si había sido un viaje en el tiempo, en otra era, en otra dimensión, ni nada de nada, estaban totalmente desorientados.
     Aunque, eran conscientes de que estaban en la morada del Guardian de las dimensiones oscuras, el Gran Melderhim.
     Los sabios y el alcalde ya habían estado una vez de jóvenes, cuando aún el pozo estaba abierto. Para Milani y Constanci , los más jóvenes, toda esa situación era muy novedosa.
     Milani empezó a gemir del dolor, y ese extraño olor a moho, humedad, suciedad,  y azufre producían en él nauseas. 
     Constanci lo miró: 
—¿Que te pasa? ¿Que te duele?  Preguntó el joven duende a su compañero.
 Me duele todo, y tengo el estomago revuelto por este olor... ¿Que nos ha pasado? Esto es peor que una de esas resacas... dijo Milani.
 Que estamos en las moradas del Gran Melderhim, en el principio de la escalera. Y ese olor a azufre es la sangre derramada a lo largo de la historia de todas las batallas acontecidas en pro de intentar conquistar el torreón, que no se han limpiado. La sangre de muchos caídos queda aún, en este torreón  contestó el alcalde.
     Él ya viajó hacia muchos años con los ancianos, cuando fue discípulo aventajado de uno de ellos, por aquel entonces.
     Estaban en el primer escalón que conducía hacia el cielo. Era de noche y la visibilidad del torreón apenas se podía ver. Y había que ir con cuidado, ya que el suelo estaba muy frio y muy enmohecido, lo que dificultaba el avanzar en condiciones. 
     Y lo peor, era que cada escalón era el triple de la medida de uno de ellos. Por lo que dudaron en subir, ya que llegar arriba podía ser eterno.
     Uno de los sabios que tenía el cuello un poco entumecido dijo al respecto:  Subir arriba nos puede costar días. Creo que es mejor  que Melderhim baje.  Supongo que tendrá que bajar para hacer pis o algo parecido.
     En ese preciso momento Milani mirando la noche dijo:  Creo que está empezando a llover afuera.— 
     Uno de los sabios, como pudo trepó por el muro para tocar el agua con las manos.  Creo que, esto no es agua, es... es pis...Arg, bueno, ya sabemos que no bajará. Es un lobo solitario —dijo el sabio.
—Creo recordar, mmm...según me acuerdo, hace ya de eso muchos años. Creo recordar..
 !Si! dijeron todos al unísono.
 Creo recordar, que tenía un asistente que le iba subiendo la comida, pergaminos, comunicados y todo eso. Abajo, en la aldea, ningun mozo quería ser asistente, ya que las subidas y bajadas de las escaleras acababan con ellos. Simplemente, tenemos que esperar que pase para engancharnos a él, para subir arriba. —comentó el otro sabio, el que apenas hablaba.
Todos, no podremosdijo el alcalde.
Los jóvenes podrían hacerlo, poseen mucha más resistencia que nosotros, pero no tienen experiencia para hablar con Melderhim. A parte, de que tendrían que estar durmiendo como todo el poblado, y no sé como lo han hecho para estar aquíDijo uno de los sabios. En ese preciso momento les acuso con el dedo.
 Iremos los mayores dijo otro de los sabios, enérgicamente.
 Aun tenemos energía para hacer lo que haga falta —insistió.
   Por lo que sentados  en un escalón estuvieron esperando que pasase el ayudante.

                                 *   #    *   #    *   #    *   #    *

    
     Esa mañana, Lagio, como de costumbre, salía de su casa para ir a estudiar. Cargado con una mochila, que llevaba sobre sus espaldas. Y con los auriculares puestos en los oídos, para amenizar esos diez minutos de caminar que tenía, para llegar al instituto.
    Al salir a la calle, vio a la joven guitarrista, que estaba en el portal de enfrente de la calle, discutiendo con un hombre. Esté la cogió por el brazo fuertemente... Algo no estaba yendo bien.
Me estás haciendo daño, bruto.....Dijo la joven.
     El hombre con la otra mano le iba diciendo en voz fuerte algo que Lagio no lograba entender. Lagio se asustó, cuando vió como ese hombre le retorcia el brazo a la joven. Y corriendo, se fue hacia ese individuo que era muy corpulento, y sin pensárselo, se lanzó sobre él.
     El hombre se dio cuenta y con la mano derecha le propinó un buen puñetazo , al cual tiró al suelo. Ella gritando dijo que iba a llamar a la policia. Por lo que el hombre se fue corriendo. Mientras, girando la cabeza le iba diciendo a la joven unas palabras que no se entendían.
     Lagio permanecía tumbado en el suelo. La joven se acercó para ver como estaba. No había perdido el conocimiento, pero estaba bastante aturdido.
Lo siento...Le dijo la joven. Lagio se fue levantando poco a poco. Ella le empezó ayudar para levantarse.
—¿Quién es ese mafioso?—Preguntó Lagio a la joven, la cual se calló como evitando hablar del tema.
—Te ha dejado un buen morado en la cara. Vente conmigo, te llevo a mi casa para hacerte una cura.
—No hace falta...tampoco no es para tanto.— dijo Lagio, con el poco orgullo que aun le quedaba. Aunque notaba bastante dolor en la cara.
—Si hace falta... luego, supongo que como llegarás tarde te llevaré al instituto en mi coche.—dijo la joven.
     Subieron por las escaleras, y al ser un edificio alto sin ascensor tuvieron que subir a pie. Lagio mostraba cierta dificultad al seguir, debido a la caída pero intentaba llevarlo con mucho disimulo.
     Cuando entraron en el piso, lo llevo al comedor donde estaba también la cocina. De allí, sacó un pequeño botiquín, y con algodón y un poco de agua oxigenada le fue limpiando la herida.
—¿Como sabes que estudio en el instituto?—preguntó Lagio intrigado, mientras, se preparaba para recibir el algodón impregnado en agua oxigenada, sabiendo que eso escocería un poco. 
—Porque tengo un par de amigas que estudian en el instituto, y no saben otra cosa mas que hablar de ti. Del italiano guapo con pinta de nórdico que ha llegado al instituto.—dijo la joven guitarrista.
—A parte, de que tocas muy bien el violin, eres un crack— dijo ella mientras le limpiaba la herida, soplándole un poco, ya que escocía lo suyo.
 Bueno, ay....¡esto escuece¡, lo tenía un poco abandonado, pero tu me has inspirado para tocarlo otra vez.— dijo Lagio.
    Ella paró por un momento, y lo miró a los ojos, le gustó lo que le dijo Lagio. Y le empezó a soplar en el morado de la cara impregnado de agua oxigenada. En ese momento, hubo una especie de conexión profunda entre los dos. Un cruce de miradas que enmudecido a ambos. A Lagio le pareció que había merecido la pena recibir ese golpe, para poder estar cara a cara con ella. Pensó que tenia unos labios muy bonitos. Por unas milésimas de segundo pensó en besarlos. Aunque no lo hizo. Le parecía muy bella y atractiva.
Si me vas a seguir mirando así, me veo obligada a enamorarme de ti,  y creo que te llevo unos años—dijo ella bromeando. Y terminó de guardar las cosas en el botiquín. Él la continuó mirando., mientras le decía:—Lo siento, a veces soy poco disimulado.
     Bajaron por las escaleras y al doblar la esquina cogieron el coche de ella, un tanto destartalado. pero que aún hacia su servicio.
—Te has quedado mudo no dices nada.—dijo la joven.
—È solo che la tua bellezza mi ha intorpidito.
—¿Como ? ¿Que has dicho?—preguntó ella.
—Nada, nada—a veces se me escapa el italiano sin yo quererlo.
    Aunque no era tonta para saber e intuir lo que le había dicho en italiano.
    Cuando llegaron al instituto antes de bajar del coche Lagio le preguntó a ella:
—El precio del puñetazo que me han dado merece una respuesta tuya.
Ella lo sonrió y le dijo:—Dime...
—¿Como te llamas?—Le preguntó Lagio.
— Ah, no...con solo un puñetazo no llegas al nivel para que yo te diga mi nombre, te faltan créditos.—dijo ella medio sonriendo.
     Lagio se sintió que lo dejaba fuera de juego, entonces salió del coche. Y cerró la puerta. Avanzó unos pasos y al instante la volvió abrir, la miró y le dijo: Quedamos esta noche, trae al grandullón ,y que me atice una paliza. Supongo que así podré llegar al nivel y sabré tu nombre.—dijo Lagio, se giró y empezó a marcharse.
     Ella abrió la ventanilla y le chispeó con los labios para que Lagio se girara, y cuando lo hizo le dijo:
Maggie, así me llamo.— Maggie,... !Margarita! repitió Lagio. Él la sonrió.
—¿Y el tuyo?—preguntó la joven.
—¿El mío?.... No te lo puedo decir así de golpe, cuesta también lo suyo.—Le dijo Lagio guiñándole un ojo.
—Venga va, si me invitas a cenar una de estas noches te lo digo.—dijo Lagio un tanto condescendiente.
—De acuerdo, tu ganas... Te invitaré a cenar una de estas noches.—Arrancó el coche, le volvió a sonreír y se fue. Aunque iba pensando por el camino que para lo joven que era ese joven italiano tenía mucho desparpajo y atrevimiento.
     Lagio camino satisfecho hacia el instituto. No lo podía evitar esa Maggie lo había hipnotizado. Él sabia que por lo menos era 3 o 4 años mas joven que ella. Pero le daba igual.
     Entrando en el instituto empezó a saludar a todos sus compañeros, la sonrisa de oreja a oreja que tenía no la podía disimular para nada. Aunque algunos compañeros se preguntaban que le había pasado para que llevara ese morado en la cara.

                                  +++++++++++


     En las escaleras del torreón se escuchó unos pasos a lo lejos que venían de abajo, por fin se aproximaba el asistente.
—¿Que podemos hacer para pararlo?—dijo Milani.
—Haremos que tropiece, luego cuando intente reponerse nos habremos colado, o bien en la alguna de sus botas, o en algún zurrón.—contestó el alcalde.
     Se prepararon todos en el rellano, había dos especies de columna en el rellano, por lo que quedaron detrás, hasta poder localizar al asistente.
     Un joven delgado, con cara de agobio, con un habito de monje puesto y con una alforja, que subía como podía las escaleras.
     Cuando llegó al rellano, tropezó con una cuerda que habían tensado los duendes, dos en cada lado del rellano. Los duendes fueron detrás dando vueltas por el rellano. Rápidamente se incorporaron.
—¿Quién me manda a mi tropezar?—dijo el asistente.
     La bolsa que llevaba con comida se le cayó de las manos, lo que aprovecharon dos de los duendes para meterse dentro de la alforja.
     El asistente se levantó y volvió a coger su alforja.    Notó en cierto modo que era un poco más pesada. Pero no le dio importancia ya que a su Señor Melderhim, no le gustaba el retraso a la hora de la comida y cena.
Milani+constanci     Los dos jóvenes duendes, Milani y Constanci quedaron mirando como poco a poco el asistente con los acompañantes  iba subiendo hasta perderse en el infinito de las escaleras que subían hacia el cielo.
     Cuando llegó el asistente al torreón, las  gotas de sudor le caían de la frente, pese que todo estaba oscuro y hacia un ligero tiempo frio. Resopló, y pico en la puerta de la entrada del torreón.
—Adelante, pasa, tienes que bajarte cosas —dijo Melderhim sin quitar ojo a una especie de telescopio antiguo que tenía.
     El ayudante entró, dejó la bolsa primero en el suelo. Los duendes aprovecharon la situación para salir de la bolsa y colocarse debajo de la silla donde estaba sentado Melderhim.
     El asistente recogió, vasos, y platos vacíos que había en la mesa y sacó lo que había en la bolsa que él había llevado y lo puso en la mesa.
     Una botella de vino, un pan muy grande y un surtido de carne curtida de jabalí. Tambien sacó un trozo de queso y un racimo de uvas.
     Rápidamente, el asistente después de cerrar la puerta se dispuso a bajar por las escaleras, con una especie de cara de resignación ya que ese protocolo lo hacia como tres o cuatro veces al dia.
—Ya podéis salir, veniros a comer conmigo. Esta noche no cenaré solo.—dijo Melderhim a los visitantes.
—¿Como has sabido que estábamos?—dijo el alcalde sorprendido, mientras salía de estar debajo de la silla.
—Vuestro olor es muy característico. —comentó Melderhim.
   Fueron subiendo los duendes, treparon por los faldones de la mesa hasta que llegaron arriba. Melderhim los miró y empezó a repartir la comida.  Aunque con una rodaja de embutido de jabalí los tres duendes  ya tenían bastante. Y mientras, comían, empezaron hablar.
—Estamos buscando con desesperación a Lagio, ¿Sabes algo de él?
—Lagio,... el querubín.—dijo Melderhim.
—No, lagio el duende —respondió el alcalde, con mucha contundencia.
     En ese preciso momento Melderhim puso vino en su copa de barro y se dispuso a beberlo. Cuando acabó la copa se limpio los labios con las grandes mangas de su atuendo.
Anabais y su esposo, no podían tener hijos, ya lo sabéis—dijo Melderhim y prosiguió: No me es permitido crear vida, no soy Dios. Y los Seres que nos vigilan no lo permitirían. Pero si se puede hacer transmutación de almas—contestó Melderhim.
—Y de quien, o de que lo has transmutado—preguntó el alcalde, el único que entendió la situación, ya que los sabios aun se estaban rascando la cabeza intentando indagar que había querido decir.
—¿Importa mucho eso? Hicimos a un matrimonio feliz,—dijo Melderhim.
     Al alcalde no le convenció mucho la respuesta.—Queremos saber de donde lo transmutaste a Lagio, hay escritos antiguos que aseguran que la verdad nos puede hacer libres. Y yo creo que aquí hay medias verdades o si me apuras medias mentiras.
     Ante la pregunta contundente del alcalde, este, dejo de mirar por el telescopio. Se empezó a rascar su larga barba blanca. Tanto atrevimiento por parte del alcalde no le gustó ni un pelo. Y se empezó a fijar en los duendes.
—Os veo que los años os han hecho efecto, estais casi tan viejos como yo—dijo Melderhim y se empezó a reír.
Pero como vió que el alcalde no le seguia el juego, dijo:
—Esta bien, os lo voy a contar.... Lagio es un querubín de un cuadro de un famoso pintor del Renacimiento llamado Sarinelli.
—!Un querubín¡ ! Un angel! —dijeron los duendes al unísono.
—Si, un angel, que hace tiempo que lo transmute para ser un duende y luego para un  humano—sorprendió Melderhim.
—Pero se supone que una pintura no tiene vida por si misma—dijo el alcalde.
Sarinelli fue uno de los pintores más desconocidos de la vieja Italia. Sus cuadros, eran calabozos donde introducíamos todo tipo de seres en rebeldía. Por eso tiene muchos cuadros de demonios y alguno de querubines, de ángeles traviesos que aunque no eran malos a veces no se sabíamos que hacer con ellos.
—O sea, que ahora mismo está en la Tierra. —dijo el alcalde.
—si, en la tierra, donde estáis ahora vosotros, pero en otra época.—contestó Melderhim.
—¿Cuánto hace de eso?—volvió a preguntar el alcalde.
—Es una pregunta un poquito pretenciosa, no te parece... el concepto espacio-tiempo sabes que son leyes muy relativas. lo que para nosotros es un segundo, en otra dimensión sabes que pueden ser años. Por lo tanto, no te voy a responder. Tiene encomendada una gran misión.
     Los duendes enmudecieron, no lograban entender que estaba pasando.
     El Gran Melderhim prosiguió hablando :
—Ya sabéis que no me gusta dar explicaciones. Pero bueno, ahí va eso. Hay una potente empresa de ultima tecnologia en la Tierra, que tiene un oscura intención de subyugar al ser humano. Potentes fuerzas oscuras están detrás de todo eso. Muchos demonios de otros cuadros de Sarinelli lograron escapar y se estan organizando. He mandado a Lagio, que junto con la Magícae Infinitum que irá descubriendo poco a poco, combatirá contra estas fuerzas del mal, en una sana i clara intención de librar al ser humano de la subyugación de los demonios.
—Melderhim, necesitamos que vuelva a casa, no queremos preocupar a sus padres—dijo uno de los sabios pegándole un buen bocado al embutido de jabalí.
—Es imposible, el destino de este joven está escrito, no hay más que hablar, y vosotros, debéis de volver a vuestra aldea.—Contestó Melderhim, el cual empezaba a malhumorarse, no estaba a costumbrado a que le llevaran la contraria y a dar tantas explicaciones.
—Los dos sabios y el alcalde, se juntaron para hablar bajito, ya que debían de unificar ideas, ante el razonamiento de Melderhim.
—No podemos dejar a Lagio solo, aparte de que Melderhim aunque es buena persona a veces es muy enérgico en sus razonamientos—dijo uno de los sabios.
—Pero tampoco podemos volver y despertar al pueblo.—contestó el alcalde.
—¿Qué podemos hacer?—Preguntó el otro sabio.
Melderhim los dejaba que cuchicheasen entre ellos, sabia que tenían que tomar alguna decisión.
—Mirad, esto es lo que vais hacer ahora...—sugirió Melderhim.
—Mandareis a la Tierra a los dos jóvenes que tenéis en la escalera. Los demás viajareis a vuestra aldea. Y ya os daré instrucciones de lo que tenéis que hacer.
torreon+del+melderhim—A esos jóvenes ineptos, pero si solo valen para buscar problemas —dijo uno de los sabios.
—Hay un escrito antiguo que leen mucho en la tierra que dice algo así "De lo necio y vil del mundo fueron elegidos para avergonzar a los sabios". Ellos aún pueden demostrar, tienen futuro por delante, vosotros lo único que tenéis son recuerdos de experiencias vividas pero con los recuerdos no se puede combatir.—dijo Melderhim.
     El alcalde miró a Melderhim, no entendía su decisión pero nada podían hacer al respecto. Ya que en una pasada discusión que tuvieron antaño, el Guardian del Universo les cerró el pozo, y por lo tanto se acabaron los viajes estelares. 
    Por lo que, bajó de la mesa junto con sus compañeros, con cara de pocos amigos y sin decirle adiós a Melderhim se dispusieron a marchar por las escaleras.
     Cuando abrieron la puerta del torreón, miraron hacia detrás donde quedaba Melderhim, ya que sabían que poco más lo verían, y cuando salieron hacia las escaleras fueron absorbidos, de repente, por una extraña energía. Un viento recio empezó muy fuerte. Parte de los planos y papeles que tenía Melderhim fueron expulsados hacia el vacío. Melderhim no pudo hacer nada al respecto, solo propiciar un taco o palabrota en sanscrito. 
     Empezaban el camino de vuelta a casa. Aquella situación era bastante mareante, ya que daban vueltas sobre si mismos, pero nada podían hacer ante el poder de Melherhim, el guardián del Universo.
      Mientras, abajo estaban esperando Milani y Constanci. 
     A Constanci le sonaban las tripas del hambre que tenia y ya empezaban a impacientarse, pues los sabios junto con el alcalde no aparecían. Y las horas iban pasando.
—¿Qué vamos hacer como no bajen?—Preguntó Milani.
—No lo sé, ni idea —respondió Constanci.
   La escalera empezó a temblar... los duendes se empezaron asustar, cuando de repente fueron absorbidos por una energía extraña que se los llevó.  
     Ellos no entendían nada, pero se dejaron llevar, estaba claro que nada podían hacer al respecto. Y en cierta forma, eso era lo que ellos buscaban desde hace tiempo. Aventuras trepidantes y épicas que querían vivir a toda costa. Iban a ser un gran apoyo para Lagio, lo único que ellos no sabían que Lagio tenía forma humana, y ellos, simplemente eran unos duendes.

CONTINUARÁ.

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