En realidad, no lo tenía previsto, pero en mi
último fin de semana en Seoul decidí pasarme por Yoido. Allí, se encuentra la
iglesia más grande del mundo, la Yoido Full Gospel Church, con casi 800 mil
miembros. Es una iglesia pentecostal afiliada a las Asambleas de Dios.
De hecho, ni tan sólo tenía intención de
quedarme a un culto, sólo entré porque quería hacer algunas fotos desde el
interior. Como no conseguí entenderme con el personal de atención, vagué un
poco por el interior y acabé en una sala llena de gente sentada en bancos
viendo la retransmisión de un culto por pantallas enormes. Y allí me senté.
Al cabo de poco, alguien del personal de la
iglesia llamó mi atención, señaló su cabeza y empezó a andar hacia mí. Para ser
honestos, diré que lo primero que pensé es que me estaban echando porque
llevaba el pelo largo. Pero no, resultó que me acompañó hasta el ministerio de
atención a los extranjeros.
Allí me explicaron _¡por fin alguien hablaba inglés!_ un poco cómo funcionaba la iglesia y que
tenían un servicio de traducción del culto a diversas lenguas, entre las cuales
se encuentran el castellano, el francés y el inglés. Me dieron unos auriculares
y me senté a gozar del culto.
El santuario principal era enorme, con diversos
balcones para la gente que no cabía debajo. Y todo eso sin olvidar que el culto
se retransmitía en directo a, por lo menos, dos santuarios más.
Además, tuve la suerte de que fuera justo la
semana después que se celebrara una conferencia de cristianos asiáticos y
pasaron un vídeo-resumen y explicaron un poco la historia de la iglesia. Todo
empezó en 1958, cuando Yonggi Cho, Jashil Choi y tres niños decidieron reunirse
para hacer culto casero. Cuarenta años más tarde, ya tenía medio millón de miembros.
Como es normal en las iglesias evangélicas, lo
primero que hicimos fue cantar. Había toda una orquestra, una coral y un equipo
de baile, con sus solistas y sus directores. Las letras de las canciones se
pasaban en coreano, inglés, japonés y chino, de modo que cada uno pudiera usar
la lengua con que se sintiera más cómodo.
La predicación fue a cargo del
pastor Yonggi Cho, y habló del desánimo y del enfocarse hacia Dios. Después de
la predicación, Cho dijo que cualquiera que tuviera una dolencia y quisiera ser
sanado, que se pusiera las manos en la parte del cuerpo enferma. Acto seguido,
oró por la sanación de las personas que lo necesitaban. Hecho esto, pasó a
enumerar las sanaciones que el Espíritu Santo acababa de realizar.
Entré casi por casualidad,
pero salí de ese templo lleno de gozo después de haber visto la fe tanto del
predicador como de los asistentes.
Artur J. Zapater.
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